¿Insustituible?

Hay muchos textos evangélicos que nos ayudan a reflexionar sobre nuestro ministerio. Cada uno de ellos nos ofrece una perspectiva diferente, y eso nos ayuda a comprender la riqueza de la misión que hemos recibido como herencia. No hay duda de que el texto central es aquél en el que Cristo se identifica con los niños (Mt 18, 5), y es por esta razón por la que lo proclamamos tan frecuentemente en nuestras celebraciones escolapias. Pero hay más textos evangélicos que pueden inspirarnos, de modo creativo, en el momento actual que vivimos en las Escuelas Pías.

Como todos sabéis, la Congregación General ha propuesto cuatro “claves de inspiración” para todo el sexenio, Como tales, también deben inspirar nuestro Ministerio. Voy a tratar de sugerir cuatro pequeñas reflexiones que puedan ayudar en esta apasionante tarea: que nuestro ministerio sea realmente insustituible. Recuerdo las cuatro “claves de inspiración”: “En Salida”, “Sinodalidad”, “Sostenibilidad integral” y “Autenticidad e Identidad”.

Para la primera, “Escuelas Pías en salida”, he pensado en la preciosa narración contenida en el Evangelio de Juan, en la piscina de Betesda (Jn 1, 1-9). En aquel lugar, había una “multitud de enfermos, cojos, ciegos, paralíticos…” Una multitud. Así describe el evangelista la realidad en la que entra Jesús. Todos esperaban el movimiento del agua. Había uno que llevaba treinta y ocho años esperando. Pero nunca llegaba a tiempo. Faltaba alguien que le diera el “empujoncito” para llegar al agua. Y ese alguien fue Jesús.

Me gusta este texto para proponer una clave importante para nuestra Orden: estar presente allí donde un joven o un niño necesita un “empujoncito”. No necesitas más. El Señor le dice a aquel hombre una palabra nueva y exigente: toma tu camilla, tú puedes; yo te voy a acompañar. Y aquel hombre supera y rompe su “pasiva espera” y se convierte en un luchador por su futuro.

Tenemos tantos ejemplos de “empujoncitos” que vamos dando a tantos niños y jóvenes…podríamos publicar un libro (más de uno) apasionante narrando historias de vidas cambiadas por escolapios que supieron estar en donde había que estar, en ese lugar de la “multitud de niños y jóvenes necesitados”. Creo que esta es una clave que debemos pensar sobre nuestro Ministerio, para que sea en verdad insustituible: que las Escuelas Pías lleguen a Betesda. No olvidemos lo que significa Betesda: “Casa de Misericordia, casa de gracia”. Entremos a fondo en este reto de unas Escuelas Pías en Salida, en dirección a Betesda.

Para la segunda, “sinodalidad”, he pensado en el pasaje del primer Pentecostés (Hechos 2, 1-8). Ese primer Pentecostés nos marca el camino para vivir otros, siempre como un don recibido de Dios. Ese primer Pentecostés nos enseña qué tipo de sinodalidad necesitamos, y qué tipo de sinodalidad nos ofrecerá nuevas maneras de anunciar -ministerialmente- el mensaje del que somos portadores.

Ese primer Pentecostés, como todos, aconteció porque esa era la voluntad de Dios. Fue un regalo. Pero hubo algunas cosas en esos discípulos que pueden ayudarnos mucho. Estaban todos unidos, en un mismo lugar; estaban reunidos, en el nombre de Jesús; sentían profunda necesidad del Espíritu, porque vivían acobardados. Es en ese contexto en el que irrumpe el Espíritu Santo y provoca la misión. Pentecostés provoca Misión, anuncio, testimonio.

La dinámica de la sinodalidad en la que el Papa Francisco ha embarcado a la Iglesia, y que ha sido acogida con plena disponibilidad por nuestra Orden, es clave para el discernimiento de nuestra misión. Por eso, desde la Congregación General, estamos reuniendo a los directores de los colegios o a los juniores de la Orden (el pasado mes de junio reunimos a todos los juniores para hablar de su formación para una Iglesia sinodal). Por eso, en todas las Provincias intentáis crecer en esa dinámica de trabajo compartido, discernimiento comunitario, búsqueda común.

Esto es lo que espera la Iglesia de nosotros hoy. Siempre me impresiona leer el número 100 de nuestras Reglas. A veces nos pasa que desconocemos aquellos números de las Reglas que no son “jurídicos”, pero que marcan la dirección que hemos de seguir. Dice así ese precioso texto: “Nuestra Orden sólo tiene razón de ser en cuanto participa de la Misión Evangelizadora de la Iglesia. Y así avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo y coopera, con ánimo decidido, a su renovación y transformación mediante la promoción integral del hombre, según viene exigida por el Evangelio[1]”. Y hoy, nuestras Iglesia busca Comunión, Participación y Misión. Este es el camino. Recorrámoslo.

Para la tercera “sostenibilidad integral”, me viene a la mente lo que narra el libro de los Hechos justo después del Pentecostés (Hech 2, 9-47). Nuestra Orden ha definido la sostenibilidad integral desde tres claves: la identidad carismática, el liderazgo y los recursos. Sólo desde una adecuada combinación y cuidado de estas tres claves iremos adelante.

Estoy especialmente contento de que la primera reunión de la Familia Calasancia de África se haya centrado en el reto de la sostenibilidad integral. Si leéis las conclusiones de su encuentro, se nos dan tres pistas formidables: “la identidad no es un concepto, sino una vida, que debe tratar de concretarse en las opciones prioritarias de nuestros fundadores”; “el liderazgo escolapio que necesita nuestra misión sólo se puede conseguir si entra de lleno en nuestra vida espiritual y se trabaja desde la formación inicial”; “la generación de recursos sólo es posible desde un crecimiento en corresponsabilidad”[2].

Me parece especialmente significativo que la circunscripción de África, y en dinámica de Familia Calasancia, se haya puesto “manos a la obra” para crecer en sostenibilidad y hacerlo de modo integral. Así comenzó la Iglesia, según nos cuenta el libro de los Hechos: los apóstoles vivían y trabajaban desde una identidad renovada e inequívoca; asumieron un liderazgo profundamente espiritual y consiguieron la corresponsabilidad de los hermanos, que ofrecían sus recursos por el bien de anuncio del Evangelio.

Los recursos, que son tan necesarios, a veces vienen desde lugares insospechados. Por ejemplo, la multiplicación de los panes y de los peces se pudo hacer porque un joven anónimo tenía un canasto con cinco panes de cebada y dos peces (Jn 6, 9). Los recursos, por pequeños que sean, son todos importantes. También los grandes, que suelen ser fruto del trabajo sistemático y organizado de nuestras redes de misión compartida. Por ejemplo, vamos a conseguir construir un colegio en Kinshasha (Congo) o financiar nuestra misión en Bolivia porque la red “Itaka-Escolapios” ha conseguido los fondos, y no unos fondos pequeños ni simbólicos, sino importantes.

La sostenibilidad integral nos exige mirar nuestra realidad, y los retos de nuestra misión, de modo nuevo. Por eso estamos ante una “clave de inspiración”.  Me alegra mucho, por ejemplo, que el Secretariado General para un Ministerio Insustituible esté diseñando un Curso de Liderazgo Escolapio; lo necesitamos

Para la cuarta de las claves, “autenticidad e identidad”, he elegido el precioso texto del evangelio del Buen Pastor (Juan 10). Pensando en nuestro Ministerio, y buscando que sea realmente insustituible, me gusta leer este texto como el evangelio del “Buen educador”. Hace ya unos cuantos años (2014), la Orden celebró un Congreso sobre Espiritualidad Calasancia, que fue coordinado por el P. Alejandro Solórzano, de la Provincia Nazaret. En aquel congreso hubo una ponencia pronunciada por el P. Fidel Oñoro (eudista) centrada en el tipo de educador que necesitamos. La ponencia consistió en una reflexión sobre la parábola del Buen Pastor. A veces es bueno “desempolvar” materiales que en su momento nos ayudaron pero que, a la velocidad con la que caminamos, corremos el riesgo de desperdiciar.

No voy a sintetizar la ponencia del P. Oñoro (es mejor que la leáis), pero si voy a ofreceros tres pequeñas luces que nos pueden ayudar a comprender el tipo de educador que necesitamos para un ministerio que sea en verdad insustituible: un maestro-pastor fiable, que “entra por la puerta” y se hace conocer por sus ovejas, que las conoce una a una y que por eso, porque es visto como alguien auténtico, es capaz de llevarles a nuevos pastos; un maestro-pastor que es capaz de dar herramientas a sus ovejas para que salgan adelante a pesar de los peligros, y que está con ellas; un maestro-pastor que da la vida por sus ovejas, porque tiene un gran sueño para ellas: que haya un sólo rebaño con un solo pastor.

¿Qué educador necesitamos? ¿Cómo avanzar en este reto tan apasionante? ¿Qué experiencias podemos compartir en relación con la formación de nuestros educadores? ¿Qué propuestas formativas hacemos a nuestros jóvenes religiosos para que lleguen a ser los educadores auténticos e identificados que necesitamos?

Insustituible” es la palabra empleada por Calasanz para tratar de convencer al Cardenal Miguel Ángel Tonti de la importancia de que las Escuelas Pías se configuraran como Orden religiosa de votos solemnes: “Y entre estas últimas se cuenta la Obra de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, con un ministerio insustituible -en opinión común a todos, eclesiásticos y seglares, príncipes y ciudadanos y acaso el principal para la reforma de las corrompidas costumbres; ministerio que consiste en la buena educación de los muchachos en cuanto que de ella depende todo el resto del buen o mal vivir del hombre futuro.[3]

Siempre me ha parecido que la palabra “insustituible” tiene mucho que decirnos hoy a todos nosotros. Creo que tenemos que confrontarnos decididamente con esta palabra, y hacerlo desde muchos puntos de vista. Yo ofrezco uno, para empezar. Pero hay muchos.

He escuchado más de una vez cosas como estas: que hoy en día, si la educación va siendo asumida por los estados, dejará de tener sentido nuestra escuela. También he escuchado que, si una escuela escolapia se cierra, los alumnos encontrarán otra en la que seguir estudiando, porque los gobiernos se ocuparán de ello.

Calasanz no fundó las Escuelas Pías desde una mentalidad de “suplencia”, sino como una respuesta integral a una necesidad integral. No asumamos nosotros lo que no está en nuestros genes. El proyecto educativo de la Escuela Escolapia nunca dejará de ser imprescindible, porque nunca –ni antes, ni ahora ni en el futuro- será íntegramente asumido por los Estados. La Escuela Escolapia tiene algo más, y lo debe aportar. La Escuela Escolapia debe creer en su proyecto y ofrecerlo sin duda y con convicción, por el bien de los niños y jóvenes. Por eso, es fundamental la formación de los educadores y el trabajo en común de todos los que creemos en esta propuesta educativa. Sólo así irá adelante. Sigue habiendo muchos niños y adolescentes sin escuela, y muchos más que necesitan una escuela. Y siempre será necesaria una Escuela que evangelice la Educación, que aporte a Cristo, que apueste por el pobre, que huela a Reino de Dios. Esto no lo ofrece ningún currículo oficial. Y esto es lo que quiso Calasanz. para esto fundó las Escuelas Pías. “Insustituible” significa que, si nosotros lo dejamos, nadie lo puede hacer igual, ni desde las mismas claves. Por eso esta palabra es un profundo reto de fidelidad calasancia para nuestro impulso del Ministerio Escolapio.

Me parece que es bueno pensar cómo las “claves de inspiración” pueden iluminar las diversas áreas de nuestra vida y misión. En esta oportunidad, he querido ofrecer alguna pista de cómo estas claves pueden inspirar nuestro ministerio: la preferencia por los pobres y necesitados, la dinámica sinodal en el discernimiento e impulso del ministerio, el liderazgo responsable y sostenible que necesitamos y la adecuada formación de educadores. Las cuatro son, evidentemente, fundamentales en este momento de nuestra Orden.

Quiero terminar esta sencilla carta fraterna con una cita de Calasanz, que nos puede ayudar a entender lo que significa en él la palabra “insustituible”. Dice así Calasanz: “Si nuestra Obra se lleva a cabo con el esmero debido, es indudable que continuarán las insistentes peticiones de fundación en numerosos estados, ciudades y pueblos, como se ha venido comprobando hasta el presente[4]. El santo fundador colocó esta frase ni más ni menos que en sus Constituciones. Es decir, está insistiendo a los escolapios que, si lo hacemos bien, seguiremos siendo necesarios. Esta es la palabra del fundador. Más claro, agua.

Recibid un abrazo fraterno.

 

P. Pedro Aguado Sch.P.

Padre General

 

 

 

 

 

 

[1] Reglas Comunes de la Orden de las Escuelas Pías, ed. 2022, número 100.

[2] Felicien MOUENDJI. “Encuentro de la Familia Calasancia de África. Síntesis de los trabajos”. Daloa, 31 de mayo de 2023.

[3] San José de CALASANZ. Memorial al cardenal Tonti. Opera Omnia, volumen IX, página 302.

[4] San José de Calasanz. Constituciones de la Congregación Paulina, 175.