Quisiera reflexionar en esta carta fraterna sobre la vida de la primera Provincia de la Orden, las Escuelas Pías de Italia, inspirado en dos “acontecimientos” de familia que estamos viviendo en estos meses. El primero, la despedida de dos ancianos extraordinarios, los padres Olivo Pallanch y Giovanni Grimaldi, ambos fallecidos recientemente a la edad de 95 años. Dos escolapios que vale la pena recordar: alegres, dedicados a la misión, apasionados por las Escuelas Pías, apóstoles, educadores. ¡Cuánto aprendí de ellos escuchando sus historias y sus proyectos! Porque sí, a su edad tenían proyectos.

El segundo, la celebración del 400º aniversario de nuestro colegio de Carcare, fundado por San José de Calasanz en 1621. Carcare es hoy la tercera casa más antigua de la Orden, de las que permanecen abiertas, después de la Casa Madre (San Pantaleo) y Frascati. Es la primera fundación escolapia fuera del contexto romano. A Nápoles no llegaríamos hasta 1627, a Florencia hasta 1630 y fuera de las fronteras italianas hasta 1631 (Nikolsburg).

Cuando uno llega a Carcare ve enseguida el cartel que anuncia a todos que Carcare es una “città calasanziana”. Con ver ese cartel ya nos podemos hacer idea de lo que ha supuesto para la ciudad la presencia de los escolapios. La historia de la fundación de Carcare es digna de ser conocida por todos, porque de ella podemos aprender mucho. No en vano estamos hablando de un colegio especialmente querido por Calasanz, que escribió una carta semanal para acompañar el proceso, llegando incluso a diseñar los planos del edificio. Son cartas muy concretas en las que se ve que se preocupaba por todo. Especialmente bonito es poder leer cómo se interesaba por los novicios que estaban en la comunidad, a los que invitó a Roma para el Año Santo de 1625, para que “aprendieran a ser santos”.

Cuando contemplamos nuestra historia, nos damos cuenta del extraordinario esfuerzo realizado por nuestros mayores para ir construyendo poco a poco las Escuelas Pías. Nos damos cuenta de los dinamismos que hicieron posible que Italia tuviera más de mil religiosos en siete provincias a finales del siglo XVIII. Nos hacemos conscientes de los difíciles acontecimientos externos que dañaron seriamente la Orden en diversas ápocas históricas, y también de los errores cometidos por nosotros mismos, casi todos sintetizables en tres: conformismo ante las dificultades, falta de comunión fraterna y escasez de visión de futuro.

Estamos comenzando el quinto siglo de historia de las Escuelas Pías en Italia. Hoy tenemos una Provincia Italiana, con 60 religiosos, de los cuales 10 no son italianos. La Provincia lleva adelante seis escuelas, siete parroquias, quince iglesias o capillas y cuatro programas de educación no formal. Sobre ella pende una pregunta formidable, tan inquietante como esperanzadora y convocante: ¿Cuál es el futuro de la Orden en Italia?

He escrito “salutatios” sobre Congo, Vietnam o Indonesia, fundaciones recientes de la Orden, buscando ofrecer las claves desde las que hemos comenzado en cada país y las opciones desde las que nos proponemos caminar. Creo que también es bueno escribir sobre una Provincia antigua, buscando lo mismo: ¿cómo podemos seguir construyendo Escuelas Pías en Italia? Comparto con todos vosotros mis pequeñas reflexiones, que brotan desde una profunda convicción: si la Orden no es posible hoy en la secularizada Europa Occidental, tampoco lo será mañana en otros contextos que hoy parecen florecientes. La Vida Consagrada Escolapia no depende sólo de los contextos más o menos favorables, sino de la capacidad que tengamos para interpretarlos y responder a ellos desde un carisma que sigue siendo necesario y urgente.

Propongo cinco opciones que creo debemos plantearnos con claridad para tratar de conseguir que este quinto siglo de la Orden en Italia sea -finalmente-floreciente y misionero. Y, como pórtico, propongo repasar este extraordinario párrafo del Papa Francisco que nos indica cómo debemos plantearnos un desafío como el que tenemos delante: hacer posible la Orden en Italia. “El tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitación a asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenaces[1].  

Vivir y trabajar con mentalidad de “construcción de Provincia”. Es una mentalidad nueva, que necesitamos recuperar. Es la de Calasanz, que además de dar su vida por la misión, construyó la Orden, dejándonos así un mensaje permanente: construir la Orden es nuclear en nuestra misión, es algo profundamente misionero.  Esta mentalidad supone muchas cosas, pero quiero destacar solamente cuatro:

  1. “Esperar de Dios los medios necesarios”[2]. Tenemos que partir de esta convicción. Las Escuelas Pías son fruto de nuestro trabajo, pero primero lo son del favor de Dios. Acrecentar el espíritu de oración por la Provincia y la espiritualidad de la apertura a un futuro renovado de vida y misión escolapias serán centrales en el camino que debemos recorrer.
  2. Impulsar un proyecto de Provincia concreto, planificable, exigente y coherente con las Claves de Vida de la Orden. Es bien cierto que hay que resolver problemas, pero hay que apostar por “opciones de vida” y hacerlo con seriedad. Entre ellas, una Pastoral Vocacional renovada, atrevida y consistente; un impulso convencido de la participación de los laicos y una vida comunitaria comprendida como un espacio de seguimiento auténtico del Señor.
  3. Generosidad en la comprensión de que debemos cambiar. Necesitamos escolapios abiertos a nuevos retos, dispuestos a dejar aquello que han hecho siempre a cambio de trabajar en apuestas que puedan provocar nuevos horizontes; escolapios generosos que abran espacio a los nuevos que llegan con ganas de dar lo mejor de sí mismos por la Provincia; escolapios dispuestos a comprender que “si seguimos igual sólo conseguiremos lo mismo”.
  4. Tomar decisiones certeras. Es fundamental acertar con las decisiones concretas que puedan permitir nueva vida. Decisiones que transformen una presencia o una obra, que garanticen la cercanía a los niños y jóvenes, que permitan incluso abrir una nueva presencia escolapia en el país, que permitan la incorporación de jóvenes de otras demarcaciones, etc.

Encarnar la corresponsabilidad con y de la Orden. La corresponsabilidad es un dinamismo de la doble dirección:

  1. De la Orden con Italia, buscando y ofreciendo generosamente personas e ideas para fortalecer la vida y la misión en la Provincia: jóvenes que hagan su Formación Inicial en Italia y que aseguren una presencia significativa en la Provincia en sus primeros años sacerdotales; religiosos enviados desde otras Provincias que quieran entregar años de su vida a esta misión, sin pensar en lo que dejaron atrás; apuestas institucionales de diversas Provincias por colaborar con Italia, etc.
  2. De Italia con la Orden, abriéndose a un nuevo modo de pensar basado en una Provincia capaz de reinventarse, acogedora de lo intercultural, acompañante de los que vienen, generosa con las necesidades de la Orden, abierta al espíritu misionero, etc.
  3. Italia irá adelante si la Orden asume el reto con seriedad y si la Provincia es capaz de generar proyectos de vida desde los que los que llegan puedan sentirse involucrados.

Crear nuevos “centros de vida”. La Provincia caminará si es capaz de crear nuevos “centros de vida”. Y esto se hace desde dos opciones: renovando algunas presencias para convertirlas en lugares que irradien vida (por ejemplo, un renovado santuario pompiliano o una parroquia auténticamente escolapia) o asumiendo nuevas presencias y misiones, bien discernidas y planificadas. No podemos ni debemos desgastarnos sólo en “sostener las cosas”, en ocasiones de modo costoso e incluso decadente; ese camino no lleva a nada. Debemos pensar seriamente este desafío y tratar de dar pasos en esta dirección.

Impulsar de modo sistémico las opciones de la Orden. La Orden tiene nueve “claves de vida” desde las que intenta llevar adelante su camino. Las nueve son importantes, las nueve pueden y deben desarrollarse de modo coordinado. Cualquier paso, por pequeño que sea, en la dirección adecuada, es una “apuesta de vida”. Por ejemplo, un plan de formación del laicado en identidad escolapia o una comunidad que decide reorganizar su vida para hacerla más significativa. Del mismo modo, cualquier paso en la dirección contraria retrasa o aleja la renovación. Por ejemplo, no trabajar con los laicos en su identidad escolapia o no impulsar el Movimiento Calasanz. 

Crecer en afán misionero. La historia de Italia es misionera. Desde Italia, Calasanz envió los primeros misioneros a Nikolsburg. Cada año, la Orden celebra el “Día de las Misiones Escolapias” el 2 de abril, recordando el primer envío misionero realizado por Calasanz en el año 1631 en las personas de ocho religiosos que comenzaron nuestra misión en la tierra de Moravia, hoy en la República Checa.

Quizá a más de uno le resulte sorprendente que yo invite a una Provincia como la italiana a fortalecer su espíritu misionero, teniendo en cuenta sus números y su media de edad. Pero no tengo ninguna duda en hacerlo, inspirado en la fuerte llamada del Papa Francisco en Evangelii Gaudium: “Todos somos llamados a esta nueva salida misionera[3]. Lo hago por tres razones fundamentales:

  1. Porque ser misionero, apasionado por la misión, es esencialmente una actitud espiritual, un modo de comprender y de vivir la vocación, independientemente de las posibilidades concretas de ser enviado a otro lugar. Y si esto se cuida, la Provincia crecerá en espíritu de misión, en Italia o fuera de Italia. No forma parte de nuestro ideal quedarnos tranquilos bajo el engaño de que no tenemos fuerzas para más.
  2. Porque si Italia transmite espíritu de misión, llegarán jóvenes italianos que quieran dar su vida, como escolapios, en nombre de la Orden, en tantos lugares como somos necesarios. ¿Italia puede crear en el Nazareno una casa de formación misionera?
  3. Porque el espíritu misionero ayuda también en la acogida de aquellos que se incorporan a la Provincia desde lugares diferentes de la Orden, no sólo para “sostener” lo que hay, sino para crear, junto a quienes les reciben, nuevas respuestas de vida y misión.

La Provincia de Italia (entonces la Provincia de Liguria) fundó en 1994 la Casa de Daloa, en la Costa de Marfil. Hoy, la Orden se alegra con la vida escolapia de 32 religiosos ivorienses. Dios bendice -siempre- el coraje apostólico.

Uno de los regalos mejores que he recibido estos años en los que he servido a la Orden como Padre General es que he aprendido a amar cada Provincia en su realidad y en sus desafíos. Y he recibido de cada una muchos dones y regalos. Destaco algunos de los muchos que he recibido de Italia: el amor por la escuela (que todavía se mantiene a pesar de las dificultades y de algunos despistes); el ejemplo de vida de tantos ancianos que siguen activos a pesar de la edad; la capacidad de suscitar amor por Calasanz, quizá no suficientemente aprovechada, así como una bella experiencia de Familia Calasancia.

Oremos por la Provincia Italiana, en acción de gracias por tantos dones ofrecidos a la Orden, y sobre todo a los niños y jóvenes, a lo largo de su larga y fecunda historia escolapia.

Recibid un abrazo fraterno.

P. Pedro Aguado Sch. P.

Padre General

[1] Papa Francisco. Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” nº 223.

[2] Constituciones de la Orden de las Escuelas Pías nº 6

[3] Papa Francisco: Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” nº 20.

 

Tomado de: Scolopi.org

salutatio-esp-202110.pdf