Conversación en el Espíritu
Quiero dedicar la salutatio de este mes a una de las mejores aportaciones que nos está ofreciendo la dinámica sinodal que estamos viviendo. Me refiero a la “conversación en el Espíritu”. Nos podemos acercar a ella pensando que se trata simplemente de un método de discernimiento comunitario, y sin duda que eso es cierto. Pero creo que es bueno entrar un poco más a fondo en lo que significa.
Como “método”, es uno más. Es claro y definido, tiene sus pasos y si estos se respetan, el diálogo y la toma de decisiones salen verdaderamente enriquecidos. Para comprender el método basta con leer y practicar su estructura y, desde luego, os invito a hacerlo. Pero yo quisiera entrar un poco más a fondo en lo que significa la “conversación en el Espíritu”, tratando de profundizar en sus claves.
No me acerco a esta reflexión desde un punto de vista teórico, ajeno a la experiencia vivida. Muy al contrario, lo hago teniendo en cuenta lo que durante este último año hemos compartido en los sucesivos retiros espirituales que estoy teniendo con todos los religiosos “adultos jóvenes” de la Orden. Efectivamente, en cada Provincia hemos tenido la experiencia de la “conversación en el Espíritu” en el último día del retiro, y tengo que decir que la experiencia ha sido verdaderamente formidable, así como los frutos de discernimiento comunitario que hemos cosechado. Por eso creo que es bueno para todos nosotros que nos acerquemos al método y a sus claves.
1-¿Cuáles son los puntos centrales desde los que se articula la “conversación en el Espíritu”? Básicamente son cinco, que debemos siempre tener en cuenta. Hablé de ellos en alguna ocasión anterior, pero quiero explicitarlos más adecuadamente.
- En primer lugar, es importante tener claro el asunto del que vamos a hablar. Hay que preparar bien el trabajo, reflexionar bien el tema sobre el que deseamos dialogar y discernir. Para prepararlo bien, será importante dedicar tiempo personal a pensarlo, a contemplarlo a la luz de la Palabra, a -en definitiva- orarlo.
- Este es el segundo eje importante: la oración. Hablamos de oración personal y de oración comunitaria, Hablamos de apertura a las inspiraciones del Espíritu Santo. No me acerco al diálogo sólo con mis ideas, sino que trato de enriquecerlas desde la experiencia espiritual, escuchando la Palabra y los datos de la realidad en la que vivimos.
- La tercera clave es la escucha. Buscamos una escucha respetuosa y profunda del parecer de cada uno, y tratamos de que esa escucha sea real, desde el fondo de nosotros mismos, dedicando tiempo a sopesar lo que las opiniones de los hermanos han provocado en mí. No es fácil este tipo de escucha.
- Si las tres primeras han funcionado bien, entonces entramos en la búsqueda del consenso: qué cosas están claras para nosotros, qué aspectos necesitan ser profundizados porque todavía no los vemos con madurez, qué propuestas creemos que podemos avanzar para dar pasos en la dirección adecuada. Formulando de este modo las cosas, el consenso emerge, porque las claridades se convierten en “cultura”, los disensos no se ven como problema, sino como reto, y las propuestas las comprendemos como pistas de avance.
- Finalmente, la quinta clave es, precisamente, la formulación del consenso: llegar a escribirlo, aprobarlo y proponerlo como algo bueno para la comunidad, para la Provincia, para nuestra vida. También es importante el “arte de formular”, de dejar por escrito los acuerdos, para poder volver sobre ellos y así avanzar. El riesgo de no hacerlo es volver a repetir las discusiones sobre cuestiones que ya hemos decidido.
2-En un segundo momento, quisiera acercarme a las claves de la “conversación en el Espíritu”contemplando el significado de la experiencia de Pentecostés, tal y como nos viene narrada en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Lo hago porque creo que la experiencia del primer Pentecostés nos puede ayudar a comprender lo que decimos cuando pedimos al Señor el don de un “nuevo Pentecostés”.
Quisiera referirme a tres experiencias preciosas que ocurren en esta narración contenida en el capítulo segundo del libro de los Hechos[1]. Lo sintetizo en tres palabras: novedad, armonía y misión.A ellas se refirió el Papa Francisco en la homilía pronunciada el día de Pentecostés del año 2013, el primero de su pontificado. Las rescato porque me parece que ilustran muy bien las tres experiencias fundamentales que emergen de la dinámica de la “conversación en el Espíritu”: novedad, armonía y misión.
a) Novedad. Francisco nos dice que nos suele resultar difícil dejar que el Espíritu Santo anime nuestra vida y nuestras decisiones, porque tenemos miedo de que Dios nos lleve por caminos nuevos y que nos saque de nuestros horizontes, con frecuencia estrechos y limitados. Pero cuando acogemos el Espíritu, aparece la novedad de Dios, que nos transforma por completo, como les pasó a aquellos apóstoles temerosos y encerrados en el cenáculo de Jerusalén.
La novedad da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida según nuestros esquemas, seguridades y gustos.
Me impresiona el mensaje del Papa a nuestras Escuelas Pías, con ocasión del encuentro de la Familia Calasancia. Esto nos dijo Papa Francisco: “Así nacieron las Escuelas Pías; no tanto de un programa definido y garantizado, sino de la valentía de un buen sacerdote que se dejó interpelar ante las necesidades del prójimo, allí donde el Señor se las puso por delante. Esto es muy hermoso, y yo quisiera invitarlos también a ustedes a mantener en sus decisiones la misma apertura y disponibilidad, sin calcular demasiado, venciendo temores y titubeos, especialmente frente a las nuevas formas de pobreza de nuestro tiempo. Las nuevas pobrezas. Sería bueno que uno de estos días, en su reunión, intenten describir las nuevas pobrezas, cuáles son las nuevas pobrezas. No teman aventurarse por distintos senderos de los ya recorridos en el pasado para poder responder a las necesidades de los pobres, incluso a costa de revisar esquemas y de redimensionar expectativas. Es en este abandono confiado donde se hunden sus raíces y, permaneciendo fieles a ellas, mantendrán vivo su carisma[2]”.
Estas son las preguntas que nos lanza el Papa: ¿Estamos abiertos a las sorpresas de Dios? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta, o nos atrincheramos en los que siempre hemos hecho, que nos hace perder capacidad de respuesta?
b) Armonía. Leyendo la narración del libro de los Hechos, es muy bello contemplar la diversidad que provoca el Espíritu, y la armonía desde la que esa diversidad es vivida en clave de comunión. Sólo la apertura al Espíritu Santo puede provocar la unidad desde la multiplicidad y la pluralidad. Sólo Él puede provocar la “armonía de la diferencia”. Como decía San Ambrosio, en un precioso oxímoron, lo que vivieron los discípulos fue la “sobria embriaguez del Espíritu[3]”.
En nuestras búsquedas y discernimientos hemos de evitar dos tentaciones importantes: buscar la diversidad sin unidad y buscar la unidad sin diversidad. La primera provoca bandos y partidos, suscita división y nos encasilla en posiciones que “debemos defender”. La segunda provoca uniformidad, pensando que tenemos que hacer todo del mismo modo. No nos olvidemos nunca de lo bueno que es construir comunión desde la diversidad; esta es la Iglesia, así es la Orden. Me gustó mucho la síntesis que compartió conmigo una profesora en Chile, al terminar el congreso escolapio “Coedupia”: “me ayudó mucho ver lo diversos que somos y lo unidos que estamos en Calasanz”. Calasanz es una pista segura de armonía.
c) Misión. El primer Pentecostés llevó a los apóstoles a la misión. Esta es la razón de ser de la Iglesia y de la Orden, y en línea de misión hemos de ver todos los frutos y decisiones de nuestros discernimientos comunitarios. Nos reunimos y discernimos para vivir más fielmente la vocación y así anunciar más auténticamente el mensaje de que somos portadores. Todo es anuncio, todo es testimonio. Hagamos que sea bueno, calasancio y evangélico.
El Espíritu nos defiende de unas Escuelas Pías autorreferenciales, encerradas en su propio recinto, y nos impulsa a responder con apertura a lo que Dios nos plantea, por ejemplo, a través de la realidad que viven los niños y jóvenes a los que nos dedicamos.
3-Finalmente, quiero acercarme a la “conversación en el Espíritu” haciendo referencia a los dones del Espíritu Santo. En nuestra tradición, identificamos siete dones, haciendo referencia, con este número, a la plenitud del don de Dios. No me referiré a todos ellos, sino a algunos que aparecen con una enorme riqueza en la “conversación en el Espíritu”. Por ejemplo:
- El don de la sabiduría, que consiste esencialmente en tratar de ver todo con los ojos de Dios. Nada de esto se improvisa, y nada de esto se experimenta sin una cuidada experiencia espiritual y una consistente vida de oración.
- El don de consejo, que se expresa a través del testimonio de los hermanos, que viven con serena profundidad las palabras de Jesús: “No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis; en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros[4]”. Es verdaderamente maravilloso encontrar hombres y mujeres de fe que en momentos importantes de nuestra vida nos ayudan a iluminar nuestro corazón y a buscar la voluntad de Dios. Permitidme citar aquí a tantas madres de nuestros juniores, que aciertan plenamente con los consejos sencillos y profundos que dan a sus hijos cuando éstos les plantean su lucha vocacional.
- El don del temor de Dios, que nos ayuda a vernos pequeños y acrecienta nuestra humildad, docilidad y obediencia, con la alegría de un hijo que se siente sostenido por el Padre.
- Termino esta carta fraterna invitándoos a entrar poco a poco en esta dinámica desde la que la Iglesia intenta dinamizar la vida de nuestras comunidades y su capacidad de discernimiento. La Congregación General está convocando en cada una de las circunscripciones unas “jornadas escolapias continentales” desde las que buscamos plantear el reto de renovar nuestra “cultura de Orden”, buscando detectar algunas claves que sean verdaderamente inspiradoras para nosotros en estos momentos, atendiendo a las diversas realidades que vivimos. Sería muy bueno que estas claves puedan orientar los trabajos propios de nuestros capítulos, y que éstos lo podamos celebrar en dinámica de “conversación en el Espíritu”.
Recibid un abrazo fraterno.
P. Pedro Aguado Sch.P.
Padre General
Tomado de: Scolopi.org
[1] Hechos 2, 1-11
[2] Papa Francisco. Mensaje a la Familia Calasancia el día 28 de noviembre de 2024.
[3] Hechos 2,13.
[4] Mc 10, 19-20