Sostenibilidad integral

Así describió el 48º Capítulo General de la Orden la quinta “clave de vida” del sexenio: “avanzar significativamente en el objetivo de lograr la sostenibilidad integral de las Escuelas Pías”. Es una muy buena formulación, tan realista como exigente. Es realista porque lo que propone es avanzar. Y es exigente porque pide hacerlo de modo significativo. Son dos palabras que orientan con mucha claridad la tarea que tenemos entre manos: dar pasos y tomar decisiones que sean realmente significativas para la consecución del objetivo que nos proponemos: la sostenibilidad integral de las Escuelas Pías.

Creo que es muy importante que el texto de esta 5ª Clave de Vida[1], aprobado por el Capítulo General, sea bien conocido por todas las personas que formamos parte de las Escuelas Pías. Me parece especialmente necesario comprender bien el concepto de “sostenibilidad integral”. Lo digo porque cuando hablamos de sostenibilidad, normalmente pensamos que nos referimos fundamentalmente a los recursos materiales necesarios para que nuestra misión pueda desarrollarse con normalidad. Este punto -el económico- es sin duda fundamental. Pero no es el único. Cuando nuestro Capítulo General propone una visión integral del reto de la sostenibilidad, está pensando en tres grandes áreas: el liderazgo (personas y equipos), lo carismático (la identidad) y los recursos económicos.

Quiero compartir con todos vosotros algunas sencillas reflexiones sobre cada una de estas tres grandes áreas que definen nuestra sostenibilidad.

LIDERAZGO CALASANCIO. Podemos acercarnos a este reto desde puntos de vista muy diversos, todos ellos complementarios. Yo quisiera destacar tres aspectos del liderazgo que necesitamos, que me parecen particularmente importantes hoy.

a. En primer lugar, creo que debemos mirar a Calasanz para comprender el estilo de liderazgo que necesitamos, siempre ampliando la mirada. No pensemos sólo en los provinciales, sino en todas las personas que asumen o se les pide roles de liderazgo (superiores, directores, ministros, delegados, etc.). Ilumina recordar lo que decía Calasanz de los provinciales, para acercarnos al concepto de liderazgo que proponía el fundador: “Que en su estilo de servicio imiten el amor, la delicadeza y la bondad de Nuestro Señor Jesucristo, no dominando a sus hermanos, sino haciéndose modelos del rebaño, encaminándoles a la perfección más con ejemplos que con palabras”[2].

“Liderazgo” y “asumir” son dos palabras que deben ir siempre juntas. La persona a la que se le propone la responsabilidad de liderar debe asumirlo vocacionalmente, dando lo mejor de sí mismo, y viviendo personalmente aquello que pide a los suyos. De otro modo no sólo no será creíble, sino que tampoco será eficaz. Y la credibilidad y la eficacia son fundamentales. Las dos. Sólo este liderazgo puede llevar adelante su desafío más significativo: generar liderazgo.

b. En segundo lugar, creo que necesitamos un liderazgo que genere corresponsabilidad. La comunidad religiosa, o la comunidad educativa, está formada por personas adultas, capaces de entender y asumir las tareas necesarias para el buen funcionamiento del grupo y de la misión. Cuando la comunidad o el equipo o el secretariado aprueba un ideario, un plan, unos objetivos, unas tareas, unos proyectos… lo está asumiendo cada una de las personas del grupo. Si el proyecto es compartido, cada una de las personas lo siente suyo. La corresponsabilidad y la disponibilidad son actitudes que van parejas, como la corresponsabilidad y el envío. Teniendo en cuenta las situaciones personales de cada uno, las capacidades, preparación, vocación… la comunidad propone y envía a sus miembros a desempeñar diferentes tareas, y lo hace a través de las personas que tienen la responsabilidad de hacerlo.

c. El tercer aspecto que quiero subrayar en relación con el liderazgo es todo lo relativo a lo que podemos llamar “discernimiento de prospectiva”. Necesitamos avanzar en claridad en todo lo relativo a las áreas más importantes que garantizan nuestra misión y nuestro futuro. Este discernimiento es fundamental. Teniendo razonablemente claras las prioridades, podremos avanzar en ellas. Pero incluso esto será insuficiente si no somos capaces de impulsar un “discernimiento de prospectiva”, sin profundizar en la dirección en la que va nuestra realidad y la de la sociedad a la que servimos, para poder prepararnos para dar respuestas adecuadas. Discernir lo esencial, y entender el contexto en el que lo tenemos que desarrollar.

IDENTIDAD CARISMÁTICA DE LA MISIÓN.

El discurso de la identidad carismática de nuestra vida y misión está siendo cada vez más rico y sugerente. Lo hemos trabajado mucho, y tenemos una formidable riqueza de reflexión. Me gustaría solamente sugerir tres sencillos apuntes que hoy considero fundamentales en el contexto del desafío de la sostenibilidad integral.

  1. En primer lugar, no dejar nunca de construir identidad. Es una tarea eterna. Las personas se renuevan, los contextos cambian, los retos nos sorprenden. Necesitamos una “antena abierta y conectada” para comprender lo que en cada momento hay que destacar para impulsar nuestra identidad. Hoy, sin duda, uno de los aspectos que hemos de cuidar es la dimensión “misionera” de nuestra identidad. En una reciente salutatio hablé de este asunto. Nuestra identidad es, esencialmente, clara. pero estamos descubriendo que también es misionera y, por lo tanto, abierta. El desafío es saber combinar bien ambos dinamismos: la claridad y consistencia de la identidad, y su capacidad de apertura y de diálogo acogedor.
  2. Hay espacios y opciones que son especialmente significativos en el impulso de una identidad sostenible. Me refiero, sobre todo, a los siguientes: la comunidad religiosa inserta en la misión y con vocación de compartir y convocar; la comunidad cristiana escolapia que asume el reto de ser alma de la misión; los ministerios escolapios asumidos como lo que son: expresión de aspectos nucleares de nuestra identidad; los equipos de misión compartida, los procesos formativos, la relación con la Fraternidad y, especialmente, la capacidad de convocar a jóvenes a asumir vocacionalmente la vida y la misión escolapias. Todos estos aspectos, recogidos por nuestro Capítulo General en el núcleo “construcción de las Escuelas Pías” son cada vez más necesarios y desafiantes.
  3. En tercer lugar, me quiero referir a nuestra capacidad de detectar nuevos retos y dar respuestas adecuadas. La riqueza carismática de un grupo no tiene que ver sólo con la historia o con las claves que aportó el fundador, ya que los carismas de los institutos religiosos se constituyen de modo encarnado y ofrecen, en su encarnación, pistas de cómo han de ser entendidos. Necesitamos saber vivir nuestro carisma con tanta fidelidad como capacidad de respuesta a las circunstancias de hoy. Un carisma continúa siendo fructífero cuando es capaz de dar nuevas respuestas a situaciones nuevas que se van presentando. El carisma, por definición, se incultura. Y ahora, por opción, se interculturaliza. Apasionante reto.

RECURSOS MATERIALES.

Esta es la tercera dimensión del reto de la sostenibilidad integral. Conseguir los recursos materiales necesarios que, en lo posible, garanticen la sostenibilidad de nuestra vida y misión. Para avanzar en este reto tan complejo, y en este momento tan difícil, tenemos que saber conjugar tres verbos: generar, administrar y compartir. No hay ninguno que vaya delante del otro. Los tres son simultáneos, los tres se complementan.

  1. Generar. La Orden necesita generar recursos. Creo que debemos superar el tradicional esquema de “internos y externos”, porque no es suficiente. Es mejor pasar a un esquema más amplio, eventualmente conformado por cuatro grandes áreas de acción: buscar fondos desde diversas perspectivas, gestionar y garantizar subvenciones, generar ingresos por la misión y avanzar en inversiones que garanticen posibilidades futuras. Necesitamos avanzar en todas estas dinámicas a través de nuestras fundaciones y desde nuevas opciones y estructuras de la Orden, tal y como aprobó nuestro Capítulo General.[3]
  2. Administrar. Una buena administración genera recursos, y una administración descuidada los desperdicia. Este principio es tan claro como básico. Sin duda esta es la razón por la que nuestro Capítulo General decidió que la primera de las Líneas de Acción debía ser la puesta en práctica de una seria revisión económica y financiera en cada una de las demarcaciones[4].
  3. Compartir. La Orden irá adelante si comprendemos que compartir nuestros bienes es clave para la construcción de las Escuelas Pías. Nuestro sistema contributivo se basa en este criterio, que necesita de la colaboración de todos. La contribución debe ser corresponsable y positiva, y la Congregación General debe contribuir a ello desde la puesta en marcha de un “plan director” que ayude a todos a comprender la dinámica y los objetivos de nuestro compartir económico. En esta tarea estamos metidos.

A modo de CONCLUSIÓN de esta carta fraterna, me gustaría decir que los nueve aspectos que he presentado deben comprenderse desde una mutua interdependencia. Los nueve y muchos otros que podemos plantearnos para llevar adelante las tres dimensiones centrales de nuestra sostenibilidad integral: el liderazgo, el desarrollo del carisma y los recursos que necesitamos. Este es el secreto de lo “integral”, que aborda todas las dimensiones desde una visión holística, nunca parcial. Avancemos en este camino. Esta es la propuesta que el Capítulo nos presenta.

Recibid un abrazo fraterno.

P. Pedro Aguado Sch.P.

Padre General

 

 

 

 

[1] CONGREGACIÓN GENERAL. Documento Capitular del 48º Capítulo General. Ediciones Calasancias. Colección CUADERNOS, páginas 49-54.

[2] San José de CALASANZ. Constituciones de la Congregación Paulina n. 283

[3] CONGREGACIÓN GENERAL. Documento Capitular del 48º Capítulo General. Ediciones Calasancias. Colección CUADERNOS. Clave de Vida 5º, Líneas de Acción 5 y 6, página 54.

[4] CONGREGACIÓN GENERAL. Documento Capitular del 48º Capítulo General. Ediciones Calasancias. Colección CUADERNOS. Clave de Vida 5º, Línea de Acción 1, página 54.